Una profesión mortífera

Me envuelvo en las mismas imperfecciones con las que me acuesto y levanto rutinariamente.
Me siento terriblemente ahogada, por la poesía y por mi misma.
El arte me ha exigido ser creativa. He llegado a una inevitable encrucijada.
Me sacio con facilidad: hasta una pared blanca basta mi sed contemplativa.
Hace unos meses atrás solía escribir sobre mis sentimientos.
Al acabarse el combustible
(o apagarse la llama, no lo sé, lo único cierto es que ya nada quema)
las tendencias apuntaron a tener que contaros lo que sucede en mi cabeza.
No tengo miedo de mostrar mis puntos de desequilibrio ni mi desorden.
Lo que me cala y me avergüenza es sentirme así de incomprendida.

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