Hic et nunc

La veo en él y a mi en ella.
Es tan extraño cuando parece que seamos cómplices:
Ella aceptó cuidar de los caballos blancos que criamos juntos y yo admití que nunca supe cuidar de su corazón.
Nunca pensé que sería yo quien hiciera las maletas una buena mañana de domingo después de pasar unos días junto la orilla,
Nunca pensé que sería yo la que abandonara el nido, pero lo hice.
Me teñí el pelo rubio para no identificarme con la morena de ojos verdes que escribía declaraciones de amor y preparaba la cama para ser santuario de abrazo todas las noches.
Una mujer sabe que el amor se acaba cuando el espacio entre dos cuerpos durmiendo se vuelve inconmensurable y cuando aprende a vivir con el frío de la mortalidad.
Ahora soy rubia, vivo sola, me creo independiente y soy incapaz de responderte para que al fin mueras en paz.
Soy rubia como la primera mujer que amaste y como la última, pero llevo el rubio del silencio, del trauma y del olvido.
He construido una personalidad aparente exenta de pasado, sin estar pegada a ningún muro nostálgico, que brota leve en consonancia de las veinticuatro líneas que aguarda el reloj.
Hic et nunc.
Soy lo que vivo, admiro el alba y he aprendido a fumar más y a comer menos. Pero no soy destructiva, simplemente no he podido esfumar mis fantasmas y chirrían sus voces, qué tormentosos...

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