Ideas claras a la mente

He podido sentir el viento despeinar mi pelo y susurrar en mis oídos, como si se tratara de una dulce canción que te acuna. Una canción de apariencia pero de transfondo desquiciante. Los vocablos, el tono y las intenciones me arrastraban mediante la brisa hacia tantos recuerdos... Quedándome yo desalientada, sin saber responder a sus preguntas...  Fui una combatiente fácil pero porque se aprovechó de mi fragilidad.

A pesar del deshagodo, canto victoriosa al decir que vuelvo a ser capaz de escribir quien soy y cómo me siento. El motivo resta difuso. Mi mente aún está desordenada aún que las palabras consigan posicionarse correctamente. Será por el sol o porqué ya nos encontramos en los últimos estadios del invierno. El hielo me dejaba los dedos fríos, pero no más de lo helado que estaba mi pecho. Admito que la descongelación es un proceso lento y que necesita el calor corpóreo pero también interior. He aprendido a mirar el tiempo des de distintas perspectivas, porque tiene una arquitectura frágil, cambiante y, des del futuro, mi yo presente parece insignificante. He derrumbado muchos muros de esta forma.

Durante la temporada invernal, dejé de quejarme tras palabras huecas. No voy a deliberar recomendaciones, la terapia es un tanto sombria, consiguió confudir mis ideas más claras: lo más importante a destacar es la intensividad de la vida, la forma en la que concebimos los impulsos. Lo más importante es vivir sintiendo y dejar el futuro para la reflexión póstuma.

Ahora que la luz, por fin, ha podido alumbrar el pantanoso estanque de mi existencia, sé que no era el estremecimiento, ni tan solo esas rasas madrugadas, de paisaje violeta, en las que ni el algodón más compacto abrazaba la soledad de la piel y el tacto amnésico.

Cuando sabemos que algo es real ante nuestros ojos y más claro ante nuestra mente, no sufrimos. en cambio, las uddas son la peor toruta que el hombre ha podio alimentar. A menudo nos afecta más lo que oímos que lo que vemos. La visión es nuestro bien más preciado: veo el horizonte. El oído es mi Talón de Aquiles, porque con el, trae palabras del pasado.

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