Reflexiones en el museo

Es difícil. Y que lo sea des de un comienzo hace que mi corazón se revolucione sin apenas moverme. Las esperanzas a primera hora de la mañana tienen un regusto amargo.
A través de los ventanales del Museo Nacional, veo danzar las palmeras y, absorta en el juego de viento y luces, solo puedo llegar a entender el amor, asimilando que su naturaleza es inexorable.
A día de hoy las emociones se han vuelto más fugaces y complejas. No poseo ningún pasado idílico disto para tales comparaciones, solo intento ensalzar una retroutopia que sepa mejor que el momento de soledad que estoy viviendo. Intentar encontrar respuestas en un pasado que no existe me parece mucho más científico (y con científico me refiero a fiable) que apostar por una fragil incerteza como el porvenir.
Confirmo, dolorosamente, que es alentador pensar que el mundo está sufriendo una degradación imparable. Y a la vez pienso que es cobarde mi actitud conformista ante las circunstancias.
Soy un punto muerto en el que alguien apunta la bala, soy el dardo que cae en el suelo, el tipo de persona que se queda atrás mientras la multitud avanza. Y no hay nada que yo pueda hacer para que las hojas envejecidas no despojen los árboles o para evitar que el gobierno manipule las horas. Es cierto que una hora menos de sueño tiene repercusiones gravísimas en el curso normal de la vida.
En el M.N aguardan durmientes vestigios de arte que a los ojos de cada turista perdido solo son especiales unos segundos y, luego, vuelven a perecer en silencio.
Llevo dos horas y cuarenta minutos intentando que el arte me absorba para dejar de pensar en lo que me atormenta. Nunca he querido utilizar el arte de esta forma, así que pido disculpas a todos los que reto una veneración profunda. Los que una vez me hicieron seguir caminos peligrosos y han acabado convirtiendo mi corazón de barro en un indigente. Tener la conciencia es tener hambre constante. A veces desearía colgarme en una pared como un cuadro y dormir perpetuamente, que me recuerden por lo importante, solamente, pero estar siempre rodeada de silencio y espacio. Entre obra y obra hay una distancia vital que es la que yo exigiría, si fuese posible.

Comentarios

Entradas populares