Ritual de fe
Se me escapan los “te quiero” en los
silencios. Te espero tumbada tomando el sol en la terraza. Febrero me besa la
piel como si me reencontrase con el verano, miro extrañada el limonero
abundante del vecino. En el cielo no hay rastro de aviones. Hoy no nos fumigan,
pienso.
Mi mente te llama.
Tú yaces en la cama jugando entre las sábanas. A veces me siento arrastrada por
el impulso de quedarme contigo todo el día compartiendo techo en ese frenesí de
sueño y lucidez, dormitando y despertando simultáneamente para compartir cuatro
palabras que se sostienen sin contexto. Juntos somos una escultura
exenta. A nuestro alrededor la naturaleza sigue su curso sin alteraciones.
Mientras persigo
una mariposa con los dedos pienso si mis sueños han tenido alguna vez un punto
y final o son un compendio de historias infinitas que se entrelazan entre sí.
Seré espectadora o formaré parte de su trama. Son recuerdos o ilusiones. De qué
sabor están hechos los sueños. Cada mañana le dedico unos momentos a estas
reflexiones hasta que vienes a buscarme, me robas por unos instantes la luz del
sol para hacerme el amor. Quieres iluminarme por dentro. Me dices, te ves como
una flor de primavera. Yo supongo que quieres impregnarte de mi aroma y me
arrullo en tu abrazo como un geranio.
Insisto, con el
paso del tiempo aprendo a leerte mejor sin que nos haga falta hablar. Mientras
jadeas dentro de mí, pienso en las veces que no me tocas y me siento fuera de
tu cuerpo. Pero después alzo la mirada y tus ojos parecen sonreír al
encontrarse con los míos. Respondes a mis silencios y no veo necesidad de
pronunciar ningún vocablo. Eso me revoluciona y ahora soy yo quien se rompe
dentro de ti y te quiere desollar la piel. Me siento estúpida cada vez que
caigo en la trampa de lo carnal. Tú me haces sentir espiritual.
Estamos unidos, no
sé de qué manera se mueve nuestra materia o si necesitamos luz intercedida para
que nos reflejemos uno ante el otro. Pero te juro que sé que formamos parte de
algo que ahora mismo solo puedo describir como una especie de plasma abstracto
y perpetuo que se me engancha en la nuca para nunca sentirme sola, ni lejos.
Existimos en cualquier galaxia. Esta esencia solo vivirá si coexistimos.
A veces me asusta creer tan
firmemente en esta premisa, desde que te conocí practico una especie de fe que
soy incapaz de refutar. A pesar de no tener base científica, me parece el
relato más solido que he leído en mi vida.
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