Fe en el imaginario

Tengo tantos recuerdos que a veces me descuento y acabo inventándome de nuevos. Como verte amanecer abrazado a mi como si el día no nos pidiera más que existir sin la presión de la rutina, sin esfuerzos ni palabras. Tan solo ese enlace manteniéndonos unidos en un solo cuerpo, tumbados mientras te miro y habito en la cavidad de tus ojos, penetrando en la certeza tan sincera, segundo por segundo. Milésimas de tiempo que parecen intactas. En silencio observo como imaginas, aún tener en cuenta que mañana, a lo mejor, ya no llamarás diciendo que otra vez te confundiste de calle. Que no sabes pisar la ciudad. Que te explique. Que hablemos. Que de un día por otro, en el tumulto de la gente en las avenidas, desvanezcas. 
He imaginado mucho más de lo que propiamente he vivido contigo, durante todo este tiempo las olas no han cesado así como el vacío no ha sido suplantado por ningún tipo de materia. Estoy esperando, las luces de los semáforos parpadean y el ruido absorbe mis pensamientos. Espero que remuevas la tierra y que a la hora concreta se incendie una bandera en la otra punta de la ciudad. Esa será la señal. Tengo miedo a insistir. He empezado a creer en mi propio imaginario, lo que indica el peligro y la inconsistencia  de mis credenciales de fe. Te siento en ausencia corpórea. ¿me sentirás tu también? 

Me pregunto si las diferencias que distinguían tus cicatrices de mis señales de nacimiento fueron el detonate de la fatídica explosión. Pero la duda importante es si aún estoy a tiempo para seguir esperando. Tus dudas me atormentan más que mis pensamientos, lo que es mucho decir en estos días. No hay nubes, ni viento, las luces siguen intactas y el vacío repleto de vacío.

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